No resulta sencillo abordar un tema de semejante calibre esotérico y profundidad mistérica en un espacio tan reducido como en el que se dispone para un breve artículo. Por lo tanto, nos conformaremos con esbozar unas pequeñas pinceladas sobre tan apasionante cuestión, que daría incluso para la escritura de varios volúmenes.

Existen diversos símbolos que adornan las Logias masónicas. Hay dos que disponen de un lugar privilegiado. Se encuentran en el Oriente (el lugar preeminente en las mismas), y son familiares para cualquiera que los vea. Se trata del Sol y la Luna.

Entre otros significados que se les puede dar están, sin duda, los de la representación del día y la noche, y los de los solsticios de invierno y verano. Así, ellos mismos transmiten la idea de dualidad de la misma manera que el Dios Jano lo hace. Éste, con un rostro mirando a cada lado, representa, a su vez, la totalización, el pasado y el futuro (al igual que el águila bicéfala que encontramos como símbolo en el Supremo Consejo del Grado 33). Representa también la unión de los poderes, el sacerdotal y el real. Es el Dios de la Iniciación y da nombre al mes de enero, presidiendo los “Collegia Fabrorum” entre los que se enraiza la Masonería.

A Jano se le ha representado también con dos llaves, las de las dos puertas solsticiales (Janua Caeli y Janua Inferni) una de oro y de plata la otra. Es, según Guenon, “El Maestro de las dos vías” y, también, “El Señor del conocimiento”, lo que nos recuerda la idea de la Iniciación en los misterios.

Esas dos puertas de las que acabamos de hablar se identifican a su vez con Cáncer y Capricornio, que se refieren a las de los hombres y a las de los dioses, a la manifestación individual en la vida, la primera, y a la salida del estado humano al ascender a un estado superior (divinización), la segunda. En todo ello vemos la clara correspondencia de Jano con los dos Juanes del cristianismo (Bautista y Evangelista) a quienes se consagran los dos solsticios.  Me permito hacer notar la extraordinaria y creo más que evidente similitud entre ambos nombres. Se podría también señalar una coincidencia de gran importancia esotérica, y es que, así como tres días después del solsticio de invierno nos encontramos con “el Sol Invictus” (nacimiento de Mithra y Cristo), tres días después del solsticio de verano nos encontraremos con el día de San Juan Bautista.

Etimológicamente, el término solsticio proviene de la expresión “sol state” debido a que, en ambos momentos, tanto en el invernal como en el estival, se produce una aparente detención de nuestro Astro, lo que se corresponde con los puntos en los que éste llega a la máxima declinación septentrional y meridional.

En este aspecto nos percataremos, sin duda, de que se acabaría por generar un triángulo que también está representado en nuestras Logias: Oriente, Norte y Sur.

En este apartado, conviene recordar que las Logias Masónicas son, en sí mismas, una representación doble, ya que simbolizan tanto el Microcosmos como el Macrocosmos y, por ende, engarzan ritualísticamente con los movimientos Cósmicos y Universales.

El solsticio de invierno (cuando el Sol alcanza el punto más bajo en Capricornio) abre el paso a la naturaleza, replegada sobre sí misma y en estado latente, al ascenso de la luz y sus fuerzas, que van lentamente despertando. Comienza la fase ascendente del ciclo anual.

El de verano (cuando el Sol alcanza su punto más alto en Cáncer) abre la fase descendente hasta una nueva detención que cierra el ciclo. Es el “fondo de las aguas”, allí donde se genera y mantiene la energía que dará al final la gloriosa manifestación vital, el medio embriogénico de las semillas del mundo manifestado. Es también el período del “Huevo del mundo o Huevo primordial”.

De esta forma la naturaleza y el propio Cosmos parecen querer hacernos partícipes de sus Misterios indicándonos el ritual a seguir. Unas épocas donde lo Sagrado irrumpe en lo profano, donde la separación ilusoria entre la Tierra y el Cielo desaparece y su reunión se produce. Representan, de nuevo, el drama entre la muerte y la resurrección.

En la simbología masónica estos dos eventos se simbolizan con un círculo y dos tangentes verticales y paralelas. Dichas rectas recuerdan a las dos columnas del Templo (una de las cuales rememora los doce trabajos de Hércules y por tanto los pasos zodiacales), a su vez relacionadas con las del árbol sefirótico.

Entre los días 21 y 22 de junio, la naturaleza nos recuerda que no somos más que hombres que deben esforzarse por alcanzar su meta definitiva, la consecución de una consciencia más elevada que lleve a su alma individual al acercamiento y ulterior unión con la Divinidad.

Recordemos, entonces, las palabras de Juan Bautista nacido según el mito en el solsticio estival, cuando, hablando sobre Cristo nacido en el solsticio de invierno, manifiesta: “Él, conviene que crezca, y yo que disminuya”

¡FELIZ SOLSTICIO A TOD@S!

V.H. José Félix Alonso Mtz. De Luco, M.M.I.