Ya sabéis los hechos, ya conocéis la pérdida. Nuestro Hermano Jerónimo Saavedra pasó al Oriente Eterno el 21 de noviembre de este año que cerramos, a la edad de 87 años. Jerónimo era lo que hoy se llama una figura pública, porque tuvo una carrera política en la que fue casi todo, siempre vinculado a su tierra: de parlamentario en las Cortes Constituyentes de 1977 a Diputado del Común (Defensor del Pueblo de Canarias), cargo que dejó en 2018.
Desde la tristeza que supone saber que no volveré a hablar con él ni a recibir sus consejos y enseñanzas, siempre pensaré en Jerónimo como un maestro.
Era un maestro de la bondad, de la bonhomía, de la cultura de la afabilidad, de la comprensión hacia el diferente, de la acogida afable, de la simpatía, de la elegancia allá donde pusiera su interés. Aunque mucha gente piense que es al revés, probablemente no se sobreviven más de cincuenta años en la vida pública sin estas cualidades. Oírle hablar públicamente de la ausencia de rencor muestra un Hermano que ha pulido su piedra de una manera que no se ve con facilidad.
Jerónimo era un maestro de la visibilidad. En salir del armario. Me dice un Hermano del colectivo LGTBI que le llame por la palabra m, pero como aprendiz que soy, siento mucho respeto por ella, y sólo sé deletrearla. Ser homosexual en la España de los sesenta, en las islas donde el franquismo albergó infames campos de concentración, y, sin embargo, tener la llana siempre presta y ligera. Fue el primer ministro, alcalde de provincia o senador homosexual conocido de nuestra historia.
Jerónimo era un maestro de la cultura, miembro durante años del patronato del Teatro Real, donde ha recibido un homenaje importante. Fue un entusiasta impulsor de iniciativas de acercamiento de la cultura a todos los públicos. Como melómano que era creó el Festival Internacional de Música de Canarias y era miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pero, sobre todo, con la cultura y la felicidad que le caracterizaban al trabajarla, era un Compañero disfrutón.
Jerónimo era maestro, sí. Era maestro masón.
¡Dolor! ¡Dolor! ¡Dolor!
MRH Txema Oleaga Zalvidea, MRGM de la GLE